Podría distinguir en cualquier sitio la fragancia de la culpa pretendiendo ahogar la esperanza en mí. Sin embargo, dudo de toda persona que no pueda expresar la tristeza que lleva consigo, toda carga desaparece, todo peso cede y el agobio cesa cuando se escapa del confinamiento de nuestro pesar.
Una cárcel moral nos obliga a dimitir de las acciones
que carecen de decencia. Empujados violentamente hacia un precipicio donde un
paso en falso se traduce a el hundimiento de nuestro navío y el fin del juego
se mese sobre nuestra forma de interpretar las cosas.
El confinamiento de nuestras dolencias suele ser la
herramienta más usada cuando nos invade una crisis. Una sonrisa que no es del
todo verdadera, una actitud que pretende engañar a los demás para que no hagan
preguntas o simplemente usar la frase << Todo está bien>>, cuando
nuestra alma con gritos desgarradores implora por ayuda.
Y suena muy irónico decir que somos prisioneros y también
somos carceleros, somos víctimas y somos verdugos, somos ladrones y somos policías,
lo bueno y lo malo habita en nuestro ser de manera involuntaria. Solamente se
trata de dejar hablar a nuestra parte que sabe que la ayuda no es fracaso, la
ayuda es parte de un proceso más grande que una simple cuestión de ego, saber
reconocer que se necesita de ayuda es dar pasos agigantados, mientras que
rechazarla es perder la llave que nos destina a un confinamiento eterno.
-Alexander Alvarez.