Mi vida pende de un hilo en el momento en el que se
adentra en el limbo del amor; las certezas se vuelven corazonadas que me
despistan sin cesar. Cuando lo que esperaba era el jardín del edén; me
encuentro con un apocalipsis traducido a puñales que atraviesan mi ser, un
retorcido final para un enamorado que solo buscaba ser feliz.
Transformar una catástrofe en un momento glorioso, eso
debería de ser vivir la plenitud del amor, que la aflicción no opaque el alba
jamás. Alucinar entre un campo de flores y no entre una docena de dagas que
están destinadas a lastimar a quien se les acerque.
Un largo rastro de corazones rotos adornan mi
dormitorio, viéndome desde un ángulo objetivo podría decirme a mi mismo que no
es momento de bajar la guardia por una perdida, porque muchas veces el que
pierde intentando se lleva el logro más grande que es aprender a no sumergirse
en los mismos errores.
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