Existe una historia, no conoce su autor, no conoce su
rumbo y mucho menos tiene certeza de si en algún momento termina. Esta historia
tiene su origen en las frías noches de un cementerio que se encuentra en Dúdinka (a 2.800 kilómetros de Moscú, Rusia) aquella
noche de invierno el fulgor que emitía la luna cegaba hasta el último de los
enterradores que estaban cumpliendo con su tan retorcido trabajo, muchos de
ellos tapaban sus ojos deseando no ver tal esplendor, la mayoría de los que se
encontraron ante tal fenómeno testimoniaron lo siguiente: “La luna nos llamaba,
sugería que con mucha premura avancemos hasta la puerta en forma de circulo en
una parte abandonada del cementerio, nos susurraba en el silencio hipnotizante
de su luz clara, era algo mágicamente aterrador”.
La semana siguiente a los
hechos ocurridos luego del ocaso de dicha noche en el cementerio, uno de los
enterradores que presenció el siniestro momento acudió con prisa y un susto de
muerte al hospital central de Zdravitsa. Le temblaba la quijada al punto de que
la tartamudez ni siquiera se le presentaba como opción para describir lo que le
sucedió cuando se colocó frente a su espejo en el baño de su modesto
departamento, “ci-ci-circulo” pronunciaba sin ningún tipo de explicación
previa, se desplomó al instante y tras quitarle la ropa para un procedimiento
de reanimación, se encontró en su pecho marcado un círculo que parecía estar
hecho con una marca de fuego.
Pasó la noche en terapia intensiva, luchando por su
vida sin cesar, hasta el minuto número veintiuno de las dos de la madrugada en
el cual tras un ensordecedor sonido su vida se desprendió de su cuerpo, dejando
así un enigma igual de grande que la fría y desoladora luna que comenzó todo.