Siempre que traté de escribir acerca de cosas que puntualmente me pasaron o me pasan, me nublo, trato de elegir algún camino un poco menos tedioso. Es cierto que escribir sobre uno mismo a veces es un poco relajante ya que es como ir a terapia, pero en este caso las que escuchan son las letras y las que aconsejan son las palabras.
La literatura siempre fue una parte muy querida en mi vida,
no siempre lo supe con certeza, tal vez si lo sabía, pero me parecía que no era
tan importante. Que bello sería volver a esa inolvidable época en la que cursé
el secundario, una parte en mi vida que todavía me deja muchos remordimientos y
también demasiadas anécdotas para contar algún día. Pero quiero recordar
precisamente esas clases de literatura en mis últimos años, ya tener el
privilegio de poder educarse con grandes autores y sus maravillosas obras era
más que suficiente, tener presente que todos eran seres humanos como los que estábamos
leyendo era reconfortante, más aún, daba esperanzas a cualquier persona que le
interesase volverse autor o autora de alguna obra. Pero hay algo que invade mi
memoria cada vez que quiero volver a esos bellos momentos; La pasión, la pasión
que le agregaban a cada obra los profesores que las interpretaban, te
adentrabas en una historia ajena a cualquier otra cosa, te perdías en un sinfín
de hechos que te empujaban a querer saber más y más, lo único que nos mantenía
en este mundo era una cuerda que la aseguraba por nosotros la persona que
estaba leyendo. Es muy importante descubrir quién nos brinda esa cuerda, que
siempre vamos a tener disponible cada vez que nos perdamos en alguna historia
de nuestras vidas, ya que volver a nuestro eje siempre va a ser imprescindible.
0 comentarios:
Publicar un comentario