lunes, 18 de enero de 2021

Un lazo no tan fuerte

 

                        

 

Un tacaño orgullo que es el responsable de que no rompamos nuestro silencio para poder reírnos y crear aún más momentos felices, a pesar de que no fueron tantos y abundaron las peleas, los lazos se pierden entre la soledad que aguarda por mí. Las cartas que escribí en tu nombre se quedan sin remitente y sin un destino al cuál enviarlas, las cenizas que vuelan de las mismas se asemejan a la fortaleza que tiene nuestro trato, se desvanece con el viento sin ninguna pena que reste por dejarlo así. Fingir que nada pasa cuando estoy desmoronado, es la balada favorita de mi pesar, trato de no darle el lujo de bailarla entre sus ensordecedoras carcajadas de victoria pero a veces es insaciable ese sentimiento que me corroe cada parte del pecho, al ver como te marchas por un daño que jamás fue mi intención provocar, el alcohol se volverá con el tiempo mi fiel compañero cuando vuelva a vos en mis trágicos recuerdos, no me imaginaba con la debilidad que encuentro entre mis sentimientos, porque con la coraza en la que me encontraba me bastaba, hasta que llegaste y no supe en donde me encontraba, si lees esto espero que sepas que mi mundo tuvo un terremoto sin precedentes, pero estoy más fuerte que antes.

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Cofre

 







En un hueco de nuestra tan preciada alma, se encuentra una llave que tiene la difícil tarea de ser guardia de nuestro cofre, si, nuestro cofre. Con tan solo 11 años apreciaba el hecho de enterarme de un intrigante y a su misma vez malicioso secreto, le daba esa pisca de emoción que cualquier niño anhela, al pensar en que debía de mantener la boca cerrada para que nadie más lo descubra me hacía pensar que cada minuto que dictaba el reloj era una fracción más de tiempo en el cual mi carga se tornaba extremadamente pesada, pero la responsabilidad de ser el mejor confidente posible se mecía sobre mis hombros. Mientras la luna y el sol jugaban a atraparse, días, semanas e incluso meses caían como una considerable cantidad de agua recientemente extraída del polo norte sobre mi consciencia, comenzaba a dudar de qué tan importante era ser el portador de tal responsabilidad si la misma me consumía por dentro, dejé de ser un niño para convertirme en un cofre ajeno, uno que sin darme cuenta alivianaba la culpabilidad de la persona que me contó ese intrigante hecho. Sin pensarlo un segundo más corrí al único lugar donde no podía ser considerado un soplón, un cobarde que destruya la confianza de alguien más; acudí al espejo en busca de reflexión para poder ver qué tan valioso era en verdad ser confidente de alguien más, claramente salí de ahí sin una respuesta que me ayudara. Un día en el cual un rayo del encandilante sol deslumbró mis ojos, en esos instantes antes de levantarte en los cuales aprecias sin ninguna explicación el techo, pude comprenderlo, por fin entendí que todo aquello que deba de hacerse a escondidas, no solo atenta contra la consciencia del confidente, sino contra la misma persona que pretende alivianar su culpa buscando un cofre donde guardar sus malas acciones. Nadie se librará de tener algunos secretos, pero procuremos ser nuestra propia llave y nuestro propio cofre porque no toda persona que nos escuche lanzará la llave hacia un pozo.

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