sábado, 24 de abril de 2021

Romance de lapicero

 


El amor durante pequeños lapsos de tiempo, te acerca a la tan anhelada felicidad que te vuelve ese cliché que juraste destruir toda tu vida, ese mismo, el de las películas que llegaba con un ramo de bellas rosas y una caja de chocolates al umbral de la puerta. Otras veces te da un empujón hacia la realidad, dándote patadas mientras te observa rendido en el suelo.

Últimamente me he guiado bastante por una analogía, los lapiceros. Esto consiste en imaginar el amor en sí, como un lapicero y el cariño que nosotros tenemos para brindar los lápices que llenarían el lapicero. Cuando observamos muchos lápices, tenemos muchas opciones, posibilidades infinitas que nos dan bastantes momentos para poder disfrutar. Luego, esos lápices se pierden y aunque tratemos de remediarlo comprando unos nuevos, jamás será lo mismo.

El romance se vuelve intenso al punto que quiebra nuestras emociones con una mínima fisura, sentimos a tal punto que pasamos por alto las dolencias que se nos presentan como advertencia de que todo está por derrumbarse, pero nosotros vemos que sigue habiendo lápices. Y es así como la falta de interés va dejando lápices rotos, las decepciones lápices nuevos y el lapicero, qué más decir de él, se vuelve una porquería que al fin y al cabo siempre estuvo vacía. 

-Alex alvarez.

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lunes, 19 de abril de 2021

Raíces

 


Dialogando con el sentido común que pretendo escuchar en los momentos de decisiones importantes – pretendo, porque generalmente soy sordo de la razón-  me encuentro en una encrucijada, un dilema que se vuelve el encargado de asegurarse de que dimita de mis obligaciones, de mis angustias e incluso de lo que muchas personas llaman felicidad compartida.

El dimitir de la felicidad compartida no es una locura, es más, es un alivio que un porcentaje muy reducido de personas se arriesga a percibir. Para decirlo en términos más cálidos, dimitir de esa sensación sería abandonar aquella búsqueda interminable, incesante e irracional de autocomplacer al otro para que al fin y al cabo, sea pasajero.

Es eso, somos pasajeros al igual que las estaciones del clima, al igual que nuestra juventud, al igual que los ideales que juramos sostener. Damos nuestro granito de existencia tratando de complacernos a nosotros y a alguien más, cuando es más simple soltar esa cadena que tiene escrita aprobación en cada uno de sus eslabones, para ser libres y disfrutar a nuestro modo.

Desarraigarnos de la tierra que nos obliga a hacer todo por los demás y ver que eso no es egoísmo, es libertad que nos dirige hacia un nuevo rumbo. Renunciar es para cobardes, pero hacerlo para echar raíces en un nuevo lugar, eso es una elección brillante.

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