El amor
durante pequeños lapsos de tiempo, te acerca a la tan anhelada felicidad que te
vuelve ese cliché que juraste destruir toda tu vida, ese mismo, el de las películas
que llegaba con un ramo de bellas rosas y una caja de chocolates al umbral de la puerta. Otras
veces te da un empujón hacia la realidad, dándote patadas mientras te observa
rendido en el suelo.
Últimamente
me he guiado bastante por una analogía, los lapiceros. Esto consiste en
imaginar el amor en sí, como un lapicero y el cariño que nosotros tenemos para
brindar los lápices que llenarían el lapicero. Cuando observamos muchos lápices,
tenemos muchas opciones, posibilidades infinitas que nos dan bastantes momentos
para poder disfrutar. Luego, esos lápices se pierden y aunque tratemos de
remediarlo comprando unos nuevos, jamás será lo mismo.
El romance
se vuelve intenso al punto que quiebra nuestras emociones con una mínima
fisura, sentimos a tal punto que pasamos por alto las dolencias que se nos
presentan como advertencia de que todo está por derrumbarse, pero nosotros
vemos que sigue habiendo lápices. Y es así como la falta de interés va dejando lápices
rotos, las decepciones lápices nuevos y el lapicero, qué más decir de él, se
vuelve una porquería que al fin y al cabo siempre estuvo vacía.
-Alex alvarez.