El filo de una pluma que traza una historia sobre el
papel es igual al de un corazón que se rompe por una desilusión. Una abertura
que no se cierra, un dilema que por el momento no tiene solución, es un enigma
el tema de poder querer y ser querido.
Una vez me dijeron que lo fácil aburre demasiado. Es
por eso que el momento en el que el corazón se quiebra duele tanto, no hay que
olvidar que detrás de 10 finales felices primero hubieron 100 que fueron
tristes, fueron agonizantes y desoladores.
Un momento, tan solo un momento alcanza para poder
darse cuenta de un sentimiento que sigue sobrevolando por el aire, es una
decisión muy importante ir a la par de esa fragancia que encandila la razón y
ciega tus ojos, porque es en ese preciso instante en el que te vas a dar cuenta
de qué lado de la grieta te encontrás, del lado de la venda que satisface o de
la claridad que aterra.
No siempre va a ser un deleite tener claras las cosas, no siempre se encontrará lo bello en lo aterrador y es precisamente por eso que hay que buscar hasta lo más recóndito de nuestro ser, no para tener una certeza de qué es lo correcto, sino para poder encontrar el valor de enfrentar lo que aterra, porque les aseguro que no hay nada peor que no poder contemplar lo que realmente es precioso por estar cegado por una venda a la cual nosotros mismos estamos dispuestos a hacerle el mejor nudo. Discernir entre si es deber u obligación el hecho de sentirse bien, es como encerrarnos en un laberinto que solo tiene 4 paredes, no hay salida fácil a la vista, pero siempre hay una grieta que nos permitirá dar un vistazo a qué es lo indicado.