Te siento a mi lado desde el primer café amargo en la
mañana, no logro distinguir si fuiste una bendición o una maldición en el lapso
en el cual decidí que te atrevas a entrometerte en mi vida. Tal vez está bien
que así sea, el hecho de mantenerme en vos no afecta mi manera de vivir, es
más, hasta las ganas de escribir despiertan cuando tomo un solo sorbo de
alcohol y no dos.
Pasarán inviernos fríos
y solitarios en los cuales voy a querer vetarte de mi vida para que ni siquiera
quede rastro de tu paso por ella y días en los cuales te voy a necesitar para
poder pensar con claridad. Yo sé que generalmente reniego de vos, no quiero
aceptar que existís en mí e incluso me amargo cuando me acechás, pero acá estoy,
escribiéndote mientras me desvelo en una noche de vacías esperanzas que llenan
mi calma mente. Espero que me sepas disculpar por mi manera de ser arrogante,
pero odio amarte durante los tiempos que te necesito.
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