El pasar de los segundos vienen en compañía de recuerdos poco prudentes, caricias que se transforman en cortadas con un filo que solo conoce el que presenció aquel momento, aquella noche, durante esa luna que nos llenaba de paz. El problema no se encuentra en la mentira, en el reproche, ni siquiera en la perdida, sino en la falta de dignidad al quererte ciegamente hasta caer en un pozo sin fondo; no quisiera jactarme de que es un triunfo sentir que me duele ya que eso indica que hice lo correcto al dejarte ir, pero el dolor nunca tiene ganadores.
Mis lagrimas no van a tener la aventura de recorrer mis mejillas, ni mis pensamientos serán capaces de afectar mis sentimientos, al igual que una rosa que se marchita, la belleza que apreciaban mis ojos se vuelve inexplicablemente un rechazo absoluto. La ausencia de mi cariño no tiene ningún fin, la entrada a la soledad no tiene boleto de vuelta y los lazos que pendían de un hilo se cortaron con la brisa más débil de esa ventisca que insinúa tu extraña nueva identidad. Lo siento, no pensé que alguna vez volveríamos a ser desconocidos, pero esta vez, el placer es por no volver a conocerte.
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