Amores, un plural que puede convertir una pareja en cenizas. El hecho de querer a alguien con tanta resiliencia al punto de perdonar cosas que no merecen ser perdonadas, nos conduce a un abismo del cual preferimos ni siquiera pretender que nosotros mismos nos arrojamos sin ninguna consideración allí. No es complicado buscar culpables cuando sabemos que nosotros buscamos este problema al recibir al engaño con la puerta abierta y un ramo de rosas. Amar a alguien desde este punto, se vuelve una frágil pieza de cristal en el borde de una mesa que constantemente está meciéndose con intención de arrojarla y que se destruya en mil pedazos.
Intentos bien intencionados, peleas inexplicables, excusas
que se vuelven recurrentemente insoportables ante la mirada de la desaprobación
del otro. Ese otro que se creía indispensable para su media naranja, el cual no
aprecio lo que realmente había logrado conseguir, para ir de paseo por un ramo
más vistoso que se marchitó en una noche, una tarde, un segundo que bastó para
atravesar lo que se creía un vinculo de confianza inquebrantable con una daga que
incesantemente e inevitablemente se convierte en resentimiento disfrazado de
una mueca que pretende ser una sonrisa reparadora de todos los problemas.