sábado, 21 de noviembre de 2020

Amor marchito

 Amores, un plural que puede convertir una pareja en cenizas. El hecho de querer a alguien con tanta resiliencia al punto de perdonar cosas que no merecen ser perdonadas, nos conduce a un abismo del cual preferimos ni siquiera pretender que nosotros mismos nos arrojamos sin ninguna consideración allí. No es complicado buscar culpables cuando sabemos que nosotros buscamos este problema al recibir al engaño con la puerta abierta y un ramo de rosas. Amar a alguien desde este punto, se vuelve una frágil pieza de cristal en el borde de una mesa que constantemente está meciéndose con intención de arrojarla y que se destruya en mil pedazos.

Intentos bien intencionados, peleas inexplicables, excusas que se vuelven recurrentemente insoportables ante la mirada de la desaprobación del otro. Ese otro que se creía indispensable para su media naranja, el cual no aprecio lo que realmente había logrado conseguir, para ir de paseo por un ramo más vistoso que se marchitó en una noche, una tarde, un segundo que bastó para atravesar lo que se creía un vinculo de confianza inquebrantable con una daga que incesantemente e inevitablemente se convierte en resentimiento disfrazado de una mueca que pretende ser una sonrisa reparadora de todos los problemas.

Ya no sirve fingir en una realidad donde los espejos que te reflejan están rotos, dañados con una traición reflejada en cada uno de los momentos que se viven después del falso perdón. No trato de quitar el protagonismo de las segundas oportunidades a través del perdón, pero la traición nunca fue aliada del amor y jamás podrá serlo.
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